El tentáculo que salía del ropero no dejaba dormir a Belén, sabía que no era un sueño y no estaba alucinando, simplemente ese tentáculo no la dejaba dormir. Era como una mano biscoza, sin dedos ni otra extremidad además de esa que terminaba en punta. Con muy pocas pizcas de algo sutil y muchas de repugnante, el tentáculo se movía como flotando. Aunque ella creía que había un cuerpo o algo más adentro del armario, daba la sensación de que estaba tan sólo atormentandola VOLANDO frente a sus ojos. El maldito tentáculo no la dejaba dormir, ni pensaba hacerlo.
No pensaba hacerlo y no quería hacerlo, pero cuando los tentáculos al fin ingresaron, cansados, para perderse en el ropero, Belén cerró los ojos y logró despertar.
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